Saber es difícil, pero suponer que se sabe es muy fácil.
Los que saben dudan, pero los que suponen saber son apasionados en su equívoco y se niegan a admitir duda alguna.
La apariencia de certeza, errática y falsa, genera una emoción más intensa que la certeza real.
Aristóteles decía, en su Ética a Nicómaco, que quienes analizan a la realidad por opiniones, no por juicios profundos, parecen estar muy convencidos de sus propios dichos.