El joven que llegó a Colima

Fecha: 1 de diciembre de 2017 Categoría: Atisbos Comentarios: 0

En plena intervención francesa un joven de 25 años llegó a Colima buscando un refugio donde aún latiera el ánimo patriótico. Su ciudad natal había claudicado frente a los invasores y sin disparar un solo tiro, más bien con agrado, pero Colima resistía con un digno entusiasmo liberal. Para llegar a ella debió recorrer a caballo, acompañado de su joven esposa, un peligroso camino real, con los obligados pasos por las exuberantes barrancas de Atenquique y El Platanar, en un periodo de graves disturbios donde abundaban salteadores y rebeldes. Colima recibió bien al joven letrado, quien llegó a ser magistrado del Poder Judicial y Secretario General de Gobierno (quizás el más joven de la historia local hasta el momento), durante el periodo del Gobernador Julio García. También fue director del periódico oficial y redactor en jefe de otro llamado «La Independencia», donde alentaba a la población contra las fuerzas conservadoras. Veinte años después, en 1884, publicaría en su propia imprenta sus memorias, tituladas «Algunas campañas», con el precioso testimonio de esa difícil y apasionante época. Estas memorias pueden ser consultadas en nuestros días gracias a dos ediciones recientes, una del Fondo de Cultura Económica y otra de Secretaria de Cultura del Gobierno Federal. Sus apuntes recorren los azares de la guerra, pero se detienen, con añoranza, en la cálida descripción del Colima del siglo XIX. Allí aparecen muchos de nuestros signos de identidad, algunos vigentes, otros olvidados: el Jardín Núñez, el portal, los cocos, la tuba, las palmeras, San Cayetano, El Trapiche, el puerto de Manzanillo, los ríos, los árboles cuajados de frutas y los famosos paseos a La Albarradita y La Estancia. Esas memorias también bullen con la situación política del momento, que el osado joven vivió a plenitud. La fortuna terminaría alejándolo un día de Colima y dirigiendo sus pasos hacia la capital del país, pero también hacia el prestigio político, literario y periodístico. Su nombre fue Ireneo Paz. Con los años tendría un hijo abogado que, como él, se arrojaría a una revolución (la zapatista) y después un nieto —muy parecido espiritualmente a él— al que ayudaría a criar en su casona de Mixcoac. Un nieto brillante con gusto por la poesía, la edición de revistas, el análisis político, la historia y el ensayo literario. En suma, con las pasiones de su abuelo. Ese nieto fue Octavio Paz. La historia de Colima, nadie podrá negarlo, sigue brindando sorpresas…

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