Evitar al ruin

Fecha: 9 de mayo de 2021 Categoría: Casa de Empeños Comentarios: 0
En la bella película Pablo, apóstol de Cristo (2018), con James Faulkner y Jim Caviezel, aparece una escena inicial que da para muchas reflexiones. Lucas el evangelista, discípulo de Pablo (el gran propagador de la fe cristiana en las principales ciudades del imperio romano y uno de los hombres más destacados de la historia) visita a su maestro en la prisión romana donde espera su ejecución. Como no es judío, sino griego, logra el salvoconducto para ingresar. El guardia de la prisión, un individuo soez, le dice: «Recuerda: podrás salir de la prisión sólo si yo lo decido». Era una expresión de dominio. Lucas, un hombre instruido (se supone que era médico y poseía una sólida cultura general) le responde: «Ciertamente, pues eres un hombre poderoso». El guardia asiente con satisfacción y le deja pasar.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en una situación así? El que goza (de forma circunstancial) de una pequeña porción de poder (el sello de un trámite, la llave de una puerta, el papel en el escritorio, en fin) se siente animado por los oscuros resortes de su personalidad a portarse como un amo absoluto con el individuo que llega a sus manos. Alguien podría plantarse y discutir con él, ponerlo en su lugar, confrontarlo, pero es una pérdida de tiempo, pues esos pequeños tiranos se sienten todopoderosos en ese momento y lo que desean es una dádiva, es decir, un halago, un ruego o algo de dinero.
El pequeño ser de poder es así. Basta ese mínimo jirón de facultades para hacerlo sentir realizado y exaltado. Abundan los especímenes así, que a la mínima dosis de fuerza se sienten dictadorzuelos. El clásico mexicano los definía muy bien: «se suben a un ladrillo y se marean». Cierto.
Pues bien, para vencerlos basta la técnica del personaje de Lucas: no confrontarlos y darle algo de esa dosis de alabanza que requieren para que resulten dóciles y no entorpezcan nuestros propósitos. Lucas lo hace con elegancia y su respuesta, aún pareciendo un reconocimiento, posee un toque de burla que el otro individuo, torpe y ruin, no logra descifrar.
Habrá quien desee, insisto, pelear, pero eso sólo le retrasará en su propósito esencial. Lo importante es lograr que el trámite se realice con rapidez y listo, a seguir con nuestra misión, que es lo importante.
Después de todo, cuando nos cruzamos con una culebra en nuestro camino no es necesario ponernos a discutir con ella. No, lo mejor es evitarla y seguir hacia donde vamos. Fue un consejo que me dio una vez mi padre y vaya que me sirve hasta la fecha.
No cabe duda que todo posee enseñanzas si sabemos mirar y escuchar. Hasta una película.
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