Morirá invicto el que nunca compitió.
Morirá inmaculado (según él) quien siempre tuvo mucha lengua para criticar pero muy pocos brazos y talento para hacer.
Morirá muy descansado quien nunca se esforzó por lograr algo.
Sospecho que la existencia es un continuo hacerse a sí mismo y hacer algo por los demás.
Con los años se hace más difícil seguir haciéndose a sí mismo y lo que se hace parece cada día menos bien hecho.
Morir quizás sea no poder hacer más para sí mismo y para los otros.
Dejar de hacerse y de hacer.
Eso creo.
Decir «mamá» es retornar al primer alimento que recibimos en el mundo y recobrar el balbuceo con el que quisimos comprenderlo.
Lo inusual se vuelve costumbre a la vuelta de los años. Lo absurdo, por su parte, pasa por ser lo cotidiano y lo inadmisible se torna aceptable. En fin, todo bien. Lo único peligroso es que aquello que fue torpe parece volverse, a fuerza de repeticiones, inteligente y válido.