Apuntes de la categoría: Cosa de Ríos

Ruta sin torrente

Fecha: 19 de agosto de 2019 Categoría: Cosa de Ríos Comentarios: 0
Mi río es tímido,
hecho de susurros secos.
Quebrado, no sinuoso.
Cicatriz de algo apelmazado.
Ruta sin torrente.
Simple declive.
Un curso que llaman deterioro.
«A río revuelto», dicen,
pero éste calla.
Nadie llama a revuelta
entre las piedras.

Tres sombras mirando el Arno

Fecha: 1 de febrero de 2018 Categoría: Cosa de Ríos Comentarios: 0

En la primera década del siglo XVI, dos talentos extraordinarios, únicos en la historia de la humanidad, se reunieron para intentar un proyecto alucinante

Uno de ellos, funcionario del gobierno florentino, concibió el desvío del curso del río Arno, con el fin de aprovecharlo mejor para su ciudad y dañar al mismo tiempo a la odiada nación de Pisa, adversaria de Florencia. El otro también era florentino, de un pequeño pueblo llamado Vinci, y por la época era conocido como “maestro di acque” (lo que hoy llamaríamos “ingeniero hidráulico”): era Leonardo.

Pareciera que tal combinación de ingenios podría ser suficiente para mover el cauce de cualquier río, incluso del mismo mar. Lo curioso es que el proyecto, a pesar de contar con sólido financiamiento y cientos de trabajadores a su servicio, resultó un fracaso. Se dice que el ingeniero a cargo de la obra, un tal Colombino, no aplicó al detalle el cuidadoso proyecto de Leonardo (se conservan los planos hasta el día de hoy) y las obras no lograron desviar el torrente.

Fue una sonora desilusión (gran pérdida económica y de prestigio) que sin duda dejó mal parados a los dos genios con la ciudad nativa. Debió ser un trago amargo, casi insuperable. Hay quien dice que el Arno es el río que se aprecia atrás de La Gioconda (La Mona Lisa) y que Maquiavelo también recordó esa derrota cuando, en el tratado dedicado a los príncipes, compara a la fortuna con ese magnífico e irrefrenable ímpetu de los ríos (Capítulo XXV).

Si, (lo dijo Richard D. Masters): la Fortuna es un río.

Un día estaré a orillas del Arno y escribiré algún apunte frente a sus aguas. Quizás pueda pedir por allí un fernet-branca, como lo hizo Alfred Pennyworth (Michael Caine) en la escena final de The Dark Knight Rises y miraré hasta el hartazgo la historia que se pierde en ese lento fluir.

El fernet me recordará la amargura en el paladar de los genios al intentar domeñar esas riberas.

Me quedaré hasta muy tarde, cuando del río sólo queden las sombras y quizás encuentre por allí, deambulando, a dos de ellas que dirán, casi en un murmullo: “no siempre se gana”.

Yo también seré una sombra, quizás, pero brindaré por ellas.

Cosa de ríos

Fecha: 1 de diciembre de 2017 Categoría: Cosa de Ríos Comentarios: 0

Los ríos crecen y fluyen.
Recuerdan lo que fueron sus caminos.
No abren otros, sólo reconocen lo que permitimos olvidar.
Alguien –insensato– levanta un hogar desesperado donde fue margen y un día descubre que el agua volvió, arrebatándole hasta los recuerdos
(No tenía muchos el desgraciado, claro, pero algo es algo)
Pero los ríos son indiferentes a nuestro pesar.
Siguen presurosos, arrastrando lo que fue:
botellas que dieron forma a una bebida,
bandejas que no soportaron el peso de las cosas,
plástico que fue un regalo.
Un día escuché risas y llantos, que el río arrastraba cuesta abajo.
Alguien arriba las soltó de la mano y se volvieron líquidas.
Quizás un día lleguen a las grandes aguas
(Allí un pescador solitario dirá que escuchó voces entre las olas)
El problema es que los ríos también arrastran lo que será…
Supe de alguien que quiso construir un sueño y el río se lo llevó antes de comenzar.
Si, nadie me cree: aquí se proyectó un delirio,
pero la futura corriente se llevó los planos,
una maqueta
los cálculos del ingeniero,
cerritos de arena y grava
y hasta los tímidos cimientos.
Miro mi hogar.
No es la gran cosa, pero lo levanté donde no había nada.
¿Habrá un río escondido bajo sus ladrillos?
¿Recordará un día que esto es suyo y se lo llevará?
Si eso ocurre iré por mis cosas abajo, recolectaré lo que pueda y lo volveré a levantar.
No todo…
apenas lo suficiente para iniciar otra vez.
Las otras cosas: las amargas, las que hice sin pensar, las que me fueron ruinosas, las que sufrí en silencio, dejaré que se pierdan entre las voces del mar.

Te llamaré Congo

Fecha: 1 de diciembre de 2017 Categoría: Cosa de Ríos Comentarios: 0

Los ríos responden a muchos nombres.
Alguien mira, pregunta y
—si no encuentra respuesta—
ejerce la potestad del bautismo.

Es algo humano…
(«tan demasiado humano»,
insistió Friedrich una tarde fría,
antes de ponerse a desvariar)
…ponerle un nombre a cada retazo del paisaje.
Pero es también tan humano
heredar las referencias,
intentar el predominio del nombre elegido, imponer la palabra.

«Esto que yo miro se llamará así
(aquí se pone el nombre)
pues se me dio autoridad
sobre las cosas y los seres».
Pero esa potestad la reclaman todos
así que
«háganse bolas
por los siglos de los siglos».

El caso es que los nombres cambian
de tramo en tramo
de buche en buche.
Un jirón de agua que aquí se desliza
se llama de otra forma allá abajo
y se le dice distinto allá arriba.

Algunos nombres perduran,
otros se olvidan,
otros más ni siquiera importan.
Los de esta tribu dicen:
«el río se llama así»
Los de aquella dicen que no,
que se llama de otro modo
y el río se vuelve tantos
siendo sólo uno.

¿Al respecto que nos dirá Heráclito?
¿Que eso no importa
pues sólo se le da nombre lo fugitivo?

Pero a los ríos nada les importa
siguen fluyendo,
ineluctables,
Indiferentes,
Incuestionables…
Ajenos a la moral
(Se aparean con otros ríos
compartiendo
—promiscuos—
su lecho de piedra)
Se mantienen al margen
de la opinión de cada cual.

Ayer llovió
en la esquina corre un modesto riachuelo
Apenas unas gotas fugitivas,
deshilvanadas
informes
timoratas.
Recordé la expedición de Tuckey,
el infortunado capitán
muerto al osar el trazo del río Zaire
(Así pronunciaban los portugueses
Nazdi o Nzere,
«El río que se traga a los demás»)
Yo prefiero «Congo»
—dos sílabas bárbaras—
También se le llama Lualaba
al pasar por las cataratas Boyoma
y el lago Malebo,
o los rápidos de Livingstone…
Acumulando voces mientras revienta la jungla.
Y a todo esto…
¿Cómo le dirán al Congo los primates
los reptiles y los pájaros?
¿Que nombre le dará el cruel Picozapato?

Entonces miré al riachuelo
y dije:
(en pleno uso de mi
tan humano derecho)
«Te llamaré Congo»

Lo grité a los cuatro vientos…
unos niños me miraban
con un poco de miedo
(de los locos habrá que apartarse,
los entiendo)
y así te llamarás —insistí—
de aquí en lo sucesivo
pases por donde pases
sin importar el capricho de tu curso
y lo que digan los vecinos.

Congo se llama hasta la fecha
pero sólo es visible cuando llueve..

Cosa de ríos

Fecha: 10 de agosto de 2017 Categoría: Cosa de Ríos Comentarios: 0

Los ríos crecen y fluyen.
Recuerdan lo que fueron sus caminos.
No abren otros, sólo reconocen lo que permitimos olvidar.
Alguien –insensato– levanta un hogar desesperado donde fue margen y un día descubre que el agua volvió, arrebatándole hasta los recuerdos
(No tenía muchos el desgraciado, claro, pero algo es algo)
Pero los ríos son indiferentes a nuestro pesar.
Siguen presurosos, arrastrando lo que fue:
botellas que dieron forma a una bebida,
bandejas que no soportaron el peso de las cosas,
plástico que fue un regalo.
Un día escuché risas y llantos, que el río arrastraba cuesta abajo.
Alguien arriba las soltó de la mano y se volvieron líquidas.
Quizás un día lleguen a las grandes aguas
(Allí un pescador solitario dirá que escuchó voces entre las olas)
El problema es que los ríos también arrastran lo que será…
Supe de alguien que quiso construir un sueño y el río se lo llevó antes de comenzar.
Si, nadie me cree: aquí se proyectó un delirio,
pero la futura corriente se llevó los planos,
una maqueta
los cálculos del ingeniero,
cerritos de arena y grava
y hasta los tímidos cimientos.
Miro mi hogar.
No es la gran cosa, pero lo levanté donde no había nada.
¿Habrá un río escondido bajo sus ladrillos?
¿Recordará un día que esto es suyo y se lo llevará?
Si eso ocurre iré por mis cosas abajo, recolectaré lo que pueda y lo volveré a levantar.
No todo…
apenas lo suficiente para iniciar otra vez.
Las otras cosas: las amargas, las que hice sin pensar, las que me fueron ruinosas, las que sufrí en silencio, dejaré que se pierdan entre las voces del mar.