Sus ojos miran sin mirarme
y adivino en ellos añoranza disfrazada de alegría
como si aprisionara un secreto que los párpados asfixian
encerrado en un cofre de sonrisas perdidas,
atrapado en el velo rugoso de una luz que lastima.
Quizás no distingan eso quienes la miran mirando
(insensatos)
No saben mirarla ni descifran mirar sus ojos mirando
solo atinan a verla
no saben siquiera palparla,
ven sin mirar,
dudan hasta de lo que miran
sin comprender su mirada.
Mientras tanto yo
(es un extraño don, lo admito)
puedo palparla de lejos aún sin ella mirarme.
Es que perdió algo y sigue mirando de lejos.
Le hicieron daño quizás,
la rasgaron al tocarla,
(o tal vez)
olvidaron cubrirle los ojos
para cuidar su mirada.
Quizás perdió le fe en su mirar,
mirando con fijeza algo que se disipó al aprehenderlo,
quiso tocarlo y se fue,
supo muy tarde que algunas cosas eluden los párpados
y escurren entre las pestañas,
que no se dejan tocar ni con la mirada.
Nadie le dijo el secreto:
que la mirada engaña,
que ver no es creer,
que ver es dudar,
que se debe tocar pues la mirada miente
(Eso lo sabe todo escultor:
por eso duda de lo que ve y prefiere moldear a ciegas)
Mientras tanto la sigo mirando
aún sin ella mirarme
intentando decir que a su mirada
le falta que yo la mire mirándome.
Le digo también,
con solo mirarla,
que no puede engañarme…
Que su mirada es artimaña,
antifaz
venda
Que su mirada no es plena
¿La razón?
Sigue mirando sin mirarme,
sin saber que la toco y la moldeo
mientras la miro mirando.
Quizás su mirada cambie
cuando me mire mirándola…