I La muchacha que camina sin mirarme.
Avanza y a la distancia la sigo.
Está en lo suyo y nada le incomoda.
Otros la miran con deseo pasajero.
Los entiendo.
El mío es deseo también (debo confesarlo)
pero arropado en reverencia y rendición.
Diferencia entonces…
Reverencia: honrar su porte.
Rendirse: es lo que ocurre cuando ella camina.
Mirar debería ser insistencia.
Tocar.
Al menos hacer cosquillas,
testerear,
prolongación del tacto
(el mundo sería distinto y las miradas serían prohibidas)
Pero no es así en este momento,
pues la miro y la miro mientras ella en lo suyo
sin devolver mirada.
No siente mis pasos en su piel,
mi pulso en sus largas piernas,
la opresión en su mejilla.
Sigue en lo suyo.
Indiferente.
Altiva.
Quizás la miran tanto que la lascivia es una brisa distante,
su epidermis es refractaria a las miradas,
curtió su ser a la insolencia
y puede desdeñarme/desdeñar a mi/a todo sin un gesto.
Me gustaría que mirara un poco,
a mí claro, al menos de soslayo.
Una mirada al menos
para saber que la estoy mirando.
Como si sintiera un poco la mirada
que la toca desde lejos.
Pero nada.
Sigue tan en sí que no hay lugar para mí.
Quizás un día me mire y sepa que la miro.
Eso me digo mientras sigo mirándola.
II Abismo en ella
Hay un abismo en ella y a pesar de todo dan ganas de caer por su ladera.
Hay palabras prohibidas en su piel y de cualquier forma anhelo descifrarla pesando cada una de sus letras.
Hay distancias inquietantes en sus piernas y sin embargo quisiera salvarlas con un medidor cifrado por mi boca.
Hay algo en su mirada que da miedo y aun así quisiera sostenerla, sin duda o parpadeo.
Hay tanto en ella en desafío y contra toda advertencia sostendría un duelo, sin importar ganar o ser vencido.
Y ya por no seguir, advierto además qué hay mucho de desdén entre sus labios y sin importarme nada quisiera retenerlos con los míos.
III El dibujo de su boca
Tiene su boca un dibujo que no es mío.
Alguien trazó sus labios y los dejó turgentes.
Los mordió quizás, como al descuido.
Los dejó por allí, esperanzados.
Su boca se ríe cuando intento besarla
Y si logro el beso rehúye un poco,
como al descuido.
Es como una firma:
un beso suave
(o lo parece)
y cuando siente llegar a lo profundo
rehúye,
escapa,
olvida
y luego vuelve a embestir
como si estuviera a la espera
del gran beso
del inesperado momento
de la urgencia de los labios,
como si el mundo o algo más
valieran la pena por ese momento.
Y esa boca donde se pierden los incautos,
como una flor que atrapara anhelos,
ansias,
desenfrenos,
como otras flores atrapan los insectos.
Atrapó algo de mi paz
desde hace tiempo.