Correteando ardillas

Fecha: 2 de septiembre de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

En un jardín cercano veo, cada mañana, a un perro de la raza dachshund o salchicha, de pelo corto y rojizo, que ladra insistente hacia la copa de los árboles. Ayer fui a mirarlo de cerca. Descubrí que persigue unas ardillas que deambulan por las alturas. Es una maravilla verlo en ese frenesí. Corre de un lado a otro, ladrando, con la mirada fija en los animalillos que brincan de rama en rama, trazando en el suelo los movimientos que descubre en el cielo. Yo pensaba que los salchicha eran apropiados para perseguir conejos y otras especies en sus madrigueras subterráneas, pero no sabía de sus obsesiones con los roedores arbóreos. Suelo caminar por ese jardín por una hora o un poco menos y este salchicha, cuyo nombre ignoro, sigue persiguiendo incansable a las sombras saltarinas, anhelando a que alguna caiga y se deje atrapar. Pero las ardillas no suelen caer. De hecho, nunca he visto una que tropiece, ni siquiera cuando corren por los cables de electricidad. Éstas, en especial, no sólo se mantienen en las alturas: hasta sospecho que se divierten con el tenaz rastreador que las acecha desde el suelo. Brincan con desparpajo y con un entusiasmo casi artificioso cuando descubren al perro mirándolas. Creo que hasta hacen algunas piruetas para mantenerlo expectante y ansioso. Deben gozar provocándolo. Cuando regresé a mi hogar, pensé que todos tenemos algo en común con ese perro testarudo. Nos la pasamos mirando hacia las alturas, esperando que nuestras ambiciones, anhelos y obsesiones caigan a nuestro alcance. Si, correteamos sin tregua a esas figuras raudas que forman nuestros sueños, en lugar de seguir rastros más idóneos y perseguir presas al alcance de nuestra mano. Así me sucede. Quizás hasta doy un poco de pena persiguiendo mis propias presas entre las distantes ramas. Los objetos de mis afanes siguen por allá, revoloteando, sin caer a mi alcance. Incluso sospecho que mis propias ardillas se ríen de mis obsesiones y hasta es posible que se vuelvan más inalcanzables con mis ansiosas miradas. Intentaré, en lo sucesivo, ladrarles un poco menos a las alturas y buscaré un rastro más cercano a mi nariz. He dicho.

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