Fanatismo y esclavitud

Fecha: 5 de agosto de 2019 Categoría: La inspiración clásica Comentarios: 0

Schiller dijo que el entusiasmo de cualquier tipo, sea religioso, político, literario o idealista, incluso el entusiasmo por los más altos valores del ser, como la libertad, se convierte con facilidad en fanatismo ciego cuando la razón queda despojada de poder. Es posible advertir cuando ocurre tal pérdida de poder de la razón: es cuando el impulso vital, la pasión, actúa hacia fuera y no hacia adentro. Es el caso de los grandes revolucionarios, (en apariencia), que intentan cambiarlo todo menos sus propios hábitos mentales, sus propias obsesiones, sus propios delirios. Así, emprenden lances contra los molinos de viento que miran al pasar pero no se atreven a tocar lo que bulle en su propio espíritu. Es como intentar cambiar la forma sin llegar a la sustancia, a lo profundo. Por eso, para Schiller, el fanático de cualquier pasión (insistamos: incluso de la mayor pasión de todas, llámese justicia, libertad, democracia o lo que sea), es un ser aprisionado en su interior. Por eso ataca con furia lo que considera incorrecto o adverso a su propia idea, partido, credo, opinión o fe. Lo antagónico le enfurece, porque dejó que el ideal se convirtiera en fanatismo y se olvidó de la razón. En realidad el fanático es un esclavo: está atado a una pasión que lo domina.

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