Creo que fue en los primeros días de 2015 cuando Margarita Zavala vino a Colima a cumplir con algunas actividades de su partido (hoy su ex partido). Una de ellas fue en el Teatro Alfonso Michel, de Casa de la Cultura de Colima. Me pareció una grosería no expresarle un poco de respeto a nombre de las instituciones de nuestro estado, así que preparé un pequeño obsequio con algunas publicaciones literarias y audiovisuales de las series a cargo de la Secretaria de Cultura y fui a saludarla. Logré alcanzarla al salir y le di el pequeño obsequio a nombre de la institución. Ella me dio las gracias y se dio unos momentos para preguntarme, con mucha cortesía, acerca de las publicaciones y su significado. También me felicitó por el obsequio masivo de libros, del que tenía conocimiento. Mujer fina en el trato y dueña de un estilo político agradable. La acompañaban algunos destacados militantes del Partido Acción Nacional, que también me saludaron con amabilidad. Uno de ellos, al final, me dijo que había tenido un bello detalle con la señora, que ninguno de ellos había esperado. Le dije que me parecía adecuado expresarle respeto, pues a final de cuentas había sido la titular del Sistema DIF durante años y que en esa calidad generó algunos importantes programas para nuestra entidad. Frente a un extitular o una extitular de una institución tan importante, lo menos que podía expresarse era respeto. Lo sigo pensando así. Por eso me parecieron tan desagradables expresiones como las de Ernesto Ruffo Appel, comparando a Margarita con alguna excrecencia corporal. A una mujer se le debe tratar con un mínimo de caballerosidad y respeto. Ni siquiera la pasión política, tan llena de invectivas, puede hacer olvidar ese principio esencial de la buena crianza. Es cierto, si las mujeres aspiran al poder deben saber que habrá debate y critica, pero creo que tales retos no deben superar jamás la frontera de la elegancia y el respeto. Eso no es una simple pose: es o debe ser algo profundo. La misoginia, no lo olvidemos, es una expresión de la barbarie. Esa convicción no implica que simpatice con Margarita y pueda sentirme tentado a votar por ella. Eso es otra cosa y punto. Pero, siempre que la vea me acercaré a saludarla y si tengo por allí un libro a la mano se lo obsequiaré y le expresaré de nuevo mi respeto. De eso que nadie tenga duda.