El amo a la mano

Fecha: 20 de diciembre de 2017 Categoría: Casa de Empeños Comentarios: 0

Se supone que los artilugios de nuestra era se inventaron para darnos comodidad, pero terminaron esclavizándonos. En lugar de darnos más tiempo libre y libertad creativa nos arrebataron el dominio. El caso del teléfono celular es ejemplar: nos sentimos desesperados si lo olvidamos y apenas despertamos lo estamos consultando. Aún bajo la regadera lo tenemos al alcance y si caminamos por allí le pedimos que cuente nuestros pasos. Otros, otras, se obsesionan por abrir el de los demás, su pareja de preferencia, como si fuera una ventana confiable hacia el pecado ajeno (en realidad sólo podrán encontrar relatos de ansiedad entre almas desesperadas). Algunos más, los delirantes, lo ven como la oportunidad hacia el amor (o al menos al deseo) y no faltan los ingenuos que lo consideran (junto con las “redes sociales”) como el camino hacia el poder o el mejor instrumento para desprestigiar a los odiados (cuando lo único que logran es añadir muecas y gestos al diálogo de los sordos). Para algunos más es la bolsa de mareo donde pueden vomitar, impunes, todas sus amargas frustraciones. Vanidades que se tuercen en grilletes. Las máquinas ya nos controlan y no fueron necesarias las armas teledirigidas (como en Terminator) o el sueño digital (como en Matrix). El ciberpunk se volvió un relato costumbrista. Los seres humanos inventamos a diario nuevos eslabones para nuestras propias cadenas y somos tan felices cuando el material sintético encarna entre nosotros. Pero bueno, basta de burdas filosofías. Regresaré con mi amo, el teléfono celular, para ver qué ocurre mientras ando distraído. Hasta luego

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