Apuntes de la categoría: Diccionario de silencios

Breve diccionario de silencios

Fecha: 4 de febrero de 2018 Categoría: Diccionario de silencios Comentarios: 0

Silencio abominable. El esgrimido por aquellos insensatos que debieron hablar y eligieron el cómodo callar. Es tan detestable como las palabras mal dichas por un necio.

Silencio apasionado. El que parece aguardar la expresión del deseo, pero se contiene, expresando un ansia sin sonido.

Silencio astuto. El que usan aquéllos que se saben en dominio de la circunstancia y prefieren evitar el despilfarro de energía que implica el uso de palabras. Muy pocos alcanzan su dominio.

Silencio conveniente. Es la mejor opción cuando no se tiene confianza en las palabras propias. A veces sirve, haciendo pasar por astucia lo que es simple estupidez, pero sólo puede utilizarse una o dos veces, ya que el estúpido nunca logra pasar inadvertido para siempre.

Silencio cuerdo. Es el silencio juicioso que prefiere dejar hacer y dejar pasar, sabiendo que nada de lo que pueda decirse aliviará el momento o modificará la decisión tomada. Parece respaldar, pero en realidad elude.

Silencio desafiante. Es el que utilizan aquéllos que no están de acuerdo con lo que allí se dice, pero no quieren hacerlo explícito. Quienes abusan de él terminan acreditados como odiosos.

Silencio ermitaño. El que niega la oportunidad de la palabra que puede decirse en solitario, por temor a ser juzgado como loco por un interlocutor inexistente. Por desgracia, algunos callan hasta cuando están frente a sí mismos.

Silencio estúpido. Es el que quiere pasar por inteligente, pero termina siendo absurdo, pues en ocasiones callarse sirve de muy poco y debe tomarse partido como sea.

Silencio gazmoño. El que usan aquellos con ínfulas de elevada decencia, incluso de beatitud, para expresar su indignación frente a quien hace gala de una sensual grandilocuencia.

Silencio impotente. Es el que guardan aquellos sin alternativa, que sólo pueden aguantar el vendaval. A veces les ayuda a perdurar, pero a un costo muy alto. No logra pasar por disciplina, sino por cobardía.

Silencio incoherente. Aquél en el que el puede sumergirse quien antes se ufanaba de sus dichos. Los que ceden a él, queriendo ser prudentes, pasan por incoherentes.

Silencio incómodo. Ese silencio donde todos quisieran decir algo que pudiera romperlo, pero nadie encuentra las palabras precisas ni aparece la oportunidad de pronunciarlas.

Silencio inquebrantable. El que persiste a pesar de todo, con la resolución de una voluntad magnifica. Se asemeja tanto al voto del fanático que a veces pasa por virtud.

Silencio infame. Es el que guardan los tacaños, en lugar de pronunciar la palabra justa de fraternidad o consuelo que pudo hacer la diferencia.

Silencio majadero. Es el silencio que ofende y lastima, como si de los labios sellados brotaran maldiciones. Es además estéril, pues todos lo dan por entendido.

Silencio resonante. Ese silencio que retumba, utilizado por los que quieren hacerse notar frente a las palabras dominantes. Es la antesala de una seria desavenencia y, si el silencioso es un subordinado, lo será de su despido.

Silencio tacaño. El que se usa como antítesis, incluso como intento de contención, hacia quienes padecen de una penosa e irrefrenable evacuación de palabras insensatas (un padecimiento conocido como “diarrea verbal”).

Silencio torpe. Es el que deja pasar la oportunidad de la palabra exacta frente a la ocasión precisa, el oído atento o la mujer hermosa. Suele recordarse con arrepentimiento.

Silencio vacilante. Ese silencio indeciso, que no logra articularse en una expresión sensata y termina volviéndose una ruina.