Apuntes de la categoría: El pez sin el agua

El mar es el cielo y el cielo es el mar

Fecha: 1 de mayo de 2021 Categoría: El pez sin el agua Comentarios: 0

Dijo García Lorca que el mar es el cielo,

pero un cielo caído por querer ser la luz.

 

Dormí atenazado con ése y otros versos

soñando que nado en azul abismal.

 

Mirando hacia arriba

una lancha cruzaba

las nubes de espuma

y dorados haciendo cabriolas en el firmamento.

 

Mirando hacia abajo

un avión marcaba su línea

por aguas profundas

y bandada de alados nadando con picos al viento.

 

Mirando hacia un lado

el coral reposaba

en arrecife sin agua

y ballena embistiendo desde el barlovento.

 

Mirando hacia el otro

la palmera se mece

al vaivén de marea

y pez vela hinchando con el sotavento.

 

Soñé, en fin, que volaba en azul abismal

y el cielo es el mar

pero un mar erguido por querer flotar.

 

Mi arena

Fecha: 15 de enero de 2017 Categoría: El pez sin el agua Comentarios: 0

Caminé por la orilla de la playa pisando una arena sin color y dura. A los lados la gente me miraba, pero nada decía. Caminé hasta un lugar de arena dorada que raspaba un poco menos mis pies. A los lados la gente me invitaba a consumir algo por un precio que, según decían, era casi nada. No soporté el barullo y seguí caminando. Llegué a una playa donde la arena era suave, como talco. Una arena grata y sin filo, que acariciaba al ser pisada. Alguien apareció por allí y me quiso cobrar mucho por el derecho de paso y por el placer de cada pisada. Mejor regresé a donde la arena era dura. No importa que sea ingrata, prefiero que sea mía esa arena que yo piso.

Esa arena que yo piso…

Fecha: 6 de enero de 2017 Categoría: El pez sin el agua Comentarios: 0

Caminé por la orilla de la playa pisando una arena sin color y dura. A los lados la gente me miraba, pero nada decía. Caminé hasta un lugar de arena dorada que raspaba un poco menos mis pies. A los lados la gente me invitaba a consumir algo por un precio que, según decían, era casi nada. No soporté el barullo y seguí caminando. Llegué a una playa donde la arena era suave, como talco. Una arena grata y sin filo, que acariciaba al ser pisada. Alguien apareció por allí y me quiso cobrar mucho por el derecho de paso y por el placer de cada pisada. Mejor regresé a donde la arena era dura. No importa que sea ingrata, prefiero que sea mía esa arena que acumula mis pisadas.

La mujer que miro mientras mira el mar…

Fecha: 4 de abril de 2014 Categoría: El pez sin el agua Comentarios: 0

 

Una mujer mira el mar mientras yo la miro desde lejos. Está sentada. Quiero acercarme a ella y preguntarle lo que mira, lo que piensa cuando mira o quizás lo que extraña mientras mira el mar. Me adelanto unos pasos. Dudo. Me detengo a tomar fuerza. Avanzo. Vuelvo a dudar. Sigo mirándola. Ella sigue mirando el mar. Su cabello se mece con suavidad mientras mira y yo siento mecerme al ritmo que se mece su cabello mientras la miro mirando el mar. Debe ser muy claro su cabello, ese cabello que se mece y hace mecerme, pues se ve un poco verdoso por el reflejo del mar, ese mismo mar que ella no deja de mirar. Debe ser bella. Debe serlo. Quiero que lo sea pues se ve maravillosa mientras la miro mirando el mar. Quizás sonría mientras mira al mar o quizás esté dejando caer alguna lágrima que yo podría secar en lugar de seguir mirando desde lejos a una mujer que mira al mar. Un joven se le acerca. Camina con decisión. Lo envidio. Ni siquiera es mejor parecido que yo pero es más valiente por no dejarse intimidar por una mujer que mira al mar. Pero bueno, quizás no es que sea valiente. Puede ser su amigo, su hermano, su novio y entonces no tendría motivos para sentirse temeroso de aproximarse a una mujer que sigue mirando al mar. Le dice algo. Quizás la está saludando y busca un motivo de conversación. No, no puede ser su amigo, ni su hermano, ni su novio. Si así lo fuera le hablaría con menos formalidad y aquí parece que pide su permiso, como si acabara de conocerla. Maldito. Lo envidio. Yo sigo aquí paralizado mirando a una mujer que mira al mar mientras otro llega sin agobio y la interrumpe en su mirar. Al parecer ya obtuvo su permiso pues ya se sentó a su lado o quizás sólo se sentó sin esperar la respuesta de ella, pues mientras él hablaba ella seguía mirando el mar. Claro, pudo responderle sin mirarlo a él, pues en ningún momento pude ver su perfil, lo que es señal inequívoca de que mientras hablaban, si es que así fue, ella siguió mirando el mar. Al parecer conversan, pero ahora los dos miran el mar. No puedo escucharlos pues estoy muy lejos, así que quizás no estén conversando. Quizás él sólo pidió su permiso para mirar el mar junto a ella y ella se lo permitió. “Claro que se lo permitió”, deduzco, pues si no estuviera ella de acuerdo ya se habría levantado y habría dejado de mirar el mar. O quizás no se lo permitió y en realidad se siente un poco incómoda, pero prefiere aguantar al impertinente y no dejar de mirar el mar. Ahora yo estoy mirando desde lejos a una mujer que mira al mar y a un impertinente que se sienta cómodamente al lado de ella y la acompaña mirando el mar. Siento el fracaso en la boca, salado como el agua del mar que ella y él están mirando mientras yo los miro desde lejos. Pero… Un momento. Ella parece decir algo. Levanta el brazo y señala algo a lo lejos. El se levanta para mirar aquel punto indescifrable en el horizonte del mar que los dos están mirando. Debe ser algo muy lejano, pues yo no puedo verlo, a pesar de que es el mismo mar el que ahora miro en lugar de verlos a ellos y el que ellos están mirando. Ahora ya se levanta ella y los dos miran de pie el mar. Después caminan. Se acercan a ese mar que antes miraban juntos mientras yo los seguía mirando. Ya llegaron al mar. El duda un poco. Ella le toma la mano sin dejar de mirar el mar. Siguen caminando. Yo los miro desde lejos mientras el agua de ese mar que siguen mirando les llega a la cintura. Siguen sin dejar de mirar el mismo mar. Ahora el agua les llega al cuello, pero no dejan de avanzar mientras miran el mar. Los seguí mirando hasta que ya no pude distinguir sus cabezas. Esperé largo rato, esperanzado de mirarlos nadar alegremente en ese mar, el mismo mar que antes ella miraba a solas y que después miraron juntos mientras yo los seguía mirando. Pero no, ya no los pude mirar, sólo seguí mirando el mar. Quizás mientras lo miro vuelva a ver otra sirena sentada por allí mirando el mar.  

Amansando

Fecha: 29 de enero de 2012 Categoría: El pez sin el agua Comentarios: 2

Mi marea alta cada noche amansa de ella su playa…