En voz alta

Fecha: 7 de enero de 2023 Categoría: Eso que brota Comentarios: 0
Mis palabras deben ser dichas.
Sin la voz son garabatos.
Mis palabras sólo existen en voz alta.
En voz queda se olvidan.
Palabras que se inventaron
y se extraviaron en los archivos,
aguardando opacas,
diciéndose solas,
expresándose y repitiéndose,
rebotando en los anaqueles
aguardando los sonidos de mi vida.
Otras (que logro decirme) saben a viejo.
Apenas se dicen escaldan la lengua
y deben masticarse lento,
se dijeron tanto antes de mis tiempos
espolvoreadas con cartón y olvido,
que al decirse quedan pegadas,
charamusca entre las muelas,
caries de color cobrizo,
herrumbre en las encías.
No todas ―digo―
las hay amargas,
como los días perdidos,
cuando deambulaba sin hacer,
hablando por hablar,
diciendo que aprendía
y sólo postergaba,
diciendo que hacía
mientras pasaba.
Algunas palabras se apachurran,
achatándose a mis súplicas,
otras se vuelven altivas
como gato mirándome.
Las hay que sisean como víboras,
se arrastran ―digo otra vez―
pero no huyen,
se acurrucan bajo la mesa
aguardando mis talones.
Otras se muelen
y después de molidas se amasan
(con un poco de agua perfumada,
para el disimulo)
mientras alguien las extiende
sobre el comal de la página,
o se dejan mecer entre mis dedos,
como si fueran aquel niño mágico:
¿Pulgarcito se llamaba?
Brotan de muy abajo,
de un pozo profundo,
donde nadie arroja monedas
porque no cumple deseos.
Un día pedí uno
(un deseo, digo)
pero rebotó tanto
que al llegar arriba ya no era deseo,
apenas un sueño,
quizás bostezo,
un vago recuerdo de lo que fue
como el rostro que amé una vez
antes de extraviarse en su propia historia.
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