Callosas y rudas las manos de ciego
curtidas con el aliento de las cosas.
Impuras (tanto mundo palpado)
Recubiertas (tanto aprehendido)
Yemas vueltas llagas,
líneas que se acorazan,
células que pulsan y punzan,
garras achatadas por el uso.
Son manos sin elocuencia…
no persuaden —no les interesa—
dibujan lo que tocan.
Quizá por eso los ojos se vuelven tan duros
con los años…
Hacen lo mismo que esas manos.
El mundo, ya se sabe,
es tan severo con el tacto
pero también con la mirada