La ira puede ser alimentada y estimulada, con el propósito de manipular a los demás e influir socialmente. Es un truco viejo que sigue vigente: lo vemos todos los días y en muchos niveles. El suscitador de odios es un protagonista de la opinión pública, de la política y de cualquier espacio competitivo, sea en lo laboral o incluso en lo familiar. La ira un instrumento del afán de control. Terrible, pues siempre habrá muchos que caigan bajo su influjo. Es una emoción muy a la mano, muy fácil de ser acicateada, muy al alcance de todos.
Quisiera, en cambio, que los manipuladores estimularan la alegría y la usaran como instrumento de influencia social. La alegría multiplicada ofrecería una convivencia más grata, pero quizás sea una utopía: lo feliz es más difícil de lograr y no sirve para propósitos de control.
A los seres humanos nos gusta ser usados a la mala