Apagar y pagar la luz en mi cumpleaños

Fecha: 11 de junio de 2015 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Hoy me despertaron mis hijas antes de irse a la escuela para felicitarme por mi cumpleaños. Incluso pegaron en el espejo de mi cuarto una colección de fotografías donde aparecemos juntos en distintos momentos de su vida (y de la mía, por supuesto). La pequeña dejó prendida la luz al salir y yo me quedé debatiendo conmigo mismo: pararme y apagarla o hacer el esfuerzo de volver a dormir con la luz prendida, al menos un par de horas más. Total, es mi cumpleaños y creo tener el derecho de tomarme un descanso adicional tan sólo por este día. Hoy cumplo 47, por cierto, y me siento como muchacho de veinte, pero un par de horas más de sueño son un pequeño tesoro a cualquier edad. De hecho recuerdo que dormía más cuando estaba de veintitantos. Una vez me dormí todo un sábado continuo, me levanté a comer algo como a las diez de la noche y me volví a dormir, hasta que desperté a las tres o cuatro de la tarde del domingo. Una chulada. Claro, nadie me despertaba porque vivía con un par de amigos cuando estábamos de estudiantes en el Distrito Federal y a ellos no les interesaba saber si estaba dormido o había salido. Por cierto, uno de esos amigos está a punto de ser Gobernador, pero eso es otra historia. La luz seguía molestando, pero sentía que si me levantaba no volvería a dormir… ¿qué hacer?, ¿por qué todo termina siendo un dilema?, ¿por qué siempre decidir?. Pensé que sería agradable no decidir nada este día. Sería un buen regalo de cumpleaños. Yo tengo que tomar decisiones a cada momento de todos los días, decisiones que involucran aspectos administrativos, laborales, políticos, comunicacionales, en fin, todo lo que tiene que ver con el funcionamiento ordinario y extraordinario de la institución a mi cargo. Siempre que estoy a punto de leer algo en mi oficina alguien entra con un problema que debo resolver. Por cierto, me gustaría grabar un día cotidiano en mi oficina con una cámara escondida. Es para volverse loco. Llegan allí los más variados personajes con temas distintos: los músicos que quieren dar un concierto, el maestro de talleres que trae un pendiente, el poeta que quiere publicar su poemario, el escritor que ya casi termina su cuento, el actor que desea fechas en el teatro, el investigador que quiere un apoyo, alguien que camina en zancos, en fin. Dilemas, Pero aquí se trataba de levantarme a apagar la luz o intentar dormir así, con la luz prendida. Como suele pasar, la respuesta al dilema me la brindó la realidad. La luz se apagó de pronto. Pensé que el poder de mi pensamiento había logrado revertir la realidad. Incluso imaginé que tenía el don de la telekinesis y que mis ideas habían tomado la forma de un dedito lo suficientemente fuerte para oprimir el interruptor. Pero no, era algo más mundano y terriblemente ordinario. Arthur C. Clarke dijo alguna vez que por desgracia el mundo es más aburrido y normal de lo que imaginamos. Cierto. La Comisión Federal de Electricidad también se acordó de mi cumpleaños: me cortó la luz en ese preciso instante. Pensé que el dilema estaba resuelto y podría dormir ese par de horas más, pero me ganó el temor por la comida en el refrigerador. En esta época de calor puede arruinarse todo con rapidez, así que me levanté a cumplir con mis obligaciones de pago. No crean ustedes que es la primera vez que me pasa. De hecho se me olvida pagar la luz casi cada mes, a pesar de que mis colaboradoras Vanessa Ochoa​ y Marisol Villaseñor López​ me recuerdan unos días antes de la fecha de corte. Algo pasa, no sé lo que sea, pero siempre incurro en una despistada moratoria. En fin, soy un poco olvidadizo con las cosas de la vida cotidiana y eso que he mejorado con los años. Quizás la culpa sea que tengo la cabeza demasiado metida en la institución a mi cargo y en los músicos, los talleristas, los escritores, los actores y hasta los zanqueros que llegan a compartirme sus dilemas. Espero que se me perdone por ello. Por cierto, ya pagué la luz.

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