Chillidos de gata entre las páginas

Fecha: 28 de octubre de 2016 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

El primer libro que leí completo fue (tenía que ser) 20,000 leguas de viaje submarino, pero el primero que leí con devoción, con ansiedad, con deseo, fue Cien años de soledad. La culpa fue de mi padre y mi madre. Tenían esa segunda edición de Editorial Sudamericana (la primera con el grabado de Vicente Rojo en la portada) al alcance de mis manos en el librero de la casa. Un día que lo tomé me dijeron: «este libro no puedes leerlo todavía, no es para tu edad, te puede despertar emociones que aún no comprendes», y lo pusieron en lo más alto, inalcanzable para mi tamaño. Por supuesto, en cuanto se descuidaron acerqué una silla y me puse a leerlo. Seguí haciendo muchas tardes, cuando se descuidaban y siempre lo colocaba en el mismo lugar para que no se dieran cuenta. Era un placer prohibido y, en efecto, despertaba emociones incomprensibles que quizás debí evitar en esos años. Mis páginas favoritas eran las del encuentro entre Amaranta y Aureliano, mientras Gastón escribía una carta. Quizás por eso me volví obsesivo con la lectura. Aún leo cualquier texto con pasión, quizás para recobrar aquel placer arrancado a lo correcto –como arrancada fue la túnica de baño de Amaranta– y sigo escuchando ahogados chillidos de gata entre las páginas.

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