Cruces de camino

Fecha: 31 de agosto de 2015 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Ayer caminé por una vieja carretera. Las cruces brotaban cada kilómetro. Se diría que es la avenida con más accidentes en el mundo. Algunas cruces parecían más antiguas. Otras acumulaban un dolor tan reciente que las flores de tributo estaban frescas, como recién cortadas. Sentí el dolor de los que se fueron en un instante, quizás sin culpa alguna, en un momento de descuido, en un pestañeo o un suspiro inoportuno. Eso de colocar cruces en los caminos es aterrador. Me hace recordar a las que colocaban los romanos. Se dice que así llenaron una vía apenas sofocada la revuelta de Espartaco. Claro, las cruces eran una forma de suplicio, en lo que eran tan inventivos: allí colocaban a los moribundos hasta la agonía. Fue nuestro Jesús el que dotó a la cruz de un nuevo simbolismo. El suplicio, el castigo ejemplar, se volvió un acto de redención para todos, incluso para los indiferentes que clavaron su carne en aquel monte del calvario. Aún así, la cruz, queriendo ser redención y esperanza de otra vida, sigue como símbolo de muerte. Debería ser advertencia para los que manejan con prisa, pero a juzgar por tantas sembradas aquí y allá esto no lo fue. Más parece una invitación. Algún día las madres, las viudas, los hermanos o los hijos de quienes aquí murieron también pasarán y las cruces dejarán de recibir ofrendas. Quedarán un tiempo en pie, viendo pasar otras vidas. Las toscas cruces tendrán su propia agonía hasta que alguien como yo pase por aquí y se pregunte lo que eran esos montones de piedra en el camino.

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