Salí muy tarde de la oficina y manejé por el centro de Colima hacia mi casa. A cruzar por el Jardín Núñez descubrí a un joven platicando animadamente con la escultura dedicada a la vendedora de bate. Parecía una plática animada. Él joven gesticulaba y manoteaba alegremente, como si estuviera compartiendo con ella alguna anécdota reciente. Me dieron ganas de bajarme a escucharlo, pero ya era tarde y me sentía cansado. Quizás regrese mañana y vuelva a verlo. Podría ser divertido unirme a la tertulia. Incluso lo intentaré cuando él no esté y, mejor aún, cuando nadie me vea. Quizás la escultura pueda escuchar paciente mis opiniones sobre algunos temas controvertidos, esas cosas que a veces no puedo decir tan fácil por aquí o por allá. Quizás también, con un poco de suerte, hasta me confíe lo que platicaba hoy con aquel muchacho que manoteaba tan alegre y despreocupado, tan indiferente a ese señor que lo mira sorprendido mientras sigue su curso hacia el hogar.