Leía datos técnicos agropecuarios para la elaboración de un documento oficial y encontré uno, relacionado con el ingenio azucarero de Quesería, que llamó mi atención: «rehabilitación y reforzamiento de las vírgenes de los molinos». Poético. Imaginé una virgen de los molinos, advocación especializada en la conversión de la caña en azúcar. Una virgen a la que acuden a rezar los cañeros para favorecer su dulce trajinar. Una virgen que exige, de vez en vez, un poco de atención, rezos fervorosos que rehabiliten su esperanza y refuercen su alianza con esa tierra de cañas. Me recreaba en ello cuando un ingeniero frente a mí rompió el ensueño: «no ‘lic’, son unas piezas que deben quitarse para el cambio de placas que dan mayor reforzamiento a las molduras. Así se tiene mayor capacidad de molienda horaria». No le entendí nada pero caí de bruces, rogando por un poco de poesía para el alma de ese desdichado.