Algunos poemas o, mejor dicho, líneas de poesía, se inscriben en el subconsciente colectivo (si es que tal cosa existe) y se vuelven una referencia cotidiana. Creo que todos, más allá del nivel cultural o gusto literario que podamos acreditar, completaríamos sin esfuerzo la línea que inicia así: «Me gustas cuando callas… » Claro, casi podríamos repetir en coro: “porque estás como ausente». Es la línea, quizás, más famosa de Pablo Neruda, aunque el poeta escribió mucho más.
Tal afinidad colectiva es un fenómeno extraño y quizás tenga relación con el poder que adquiere la poesía en algunos afortunados momentos. Simplemente ocurre así: algunas líneas sobreviven y otras se olvidan, más allá de su calidad. Era algo que le preocupaba a Octavio Paz en sus últimos días. Recuerdo (lo leí por allí) que solía preguntar: «¿Será recordada alguna línea de mis poemas?”
El Poema 15 de Neruda, de donde proviene la línea comentada, es en realidad poco leído en su forma completa (otro misterio). Es un poema bello, pero complejo: el poeta parece desear a la amada, pero a la vez la quiere lejos, en ese amor/odio que parece concentrar al verdadero amor desde la antigüedad hasta nuestros días. Quien lo dude puede volver a Catulo, que lo dijo de forma admirable: «Odio y amo. Por qué lo haga me preguntas, tal vez. No sé (pero siento cómo se hace y me torturo).»
Volviendo al Poema 15 de Neruda, en algún momento ese silencio y esa ausencia le parecen al poeta como si la amada hubiera muerto, para después alegrarse de que eso no sea cierto. En fin, complejidad.
Con el debido perdón a Neruda y al gusto colectivo, a mi me parece más grato lo que escribió mi maestro José Muñoz Cota, en una de las muchas cartas dirigidas a su compañera de vida, Alicia Pérez Salazar. Lo transcribo aquí (gracias a mi condiscípulo, Everardo García, el Quijote de Nezaret):
“Me gusta escucharte porque te siento presente. No estoy de acuerdo con Neruda cuando dice: ‘Me gustas cuando callas, porque estás como ausente’. Y no. Son líneas poco amables. Reitero: a mi me encanta ―de encantamiento― oír tus pasos, el sonido de tus voces, porque imagino que respiras un aire mágico y la magia es eterna metamorfosis de la realidad. Como si la realidad se desdoblara en dos gajos, hasta poner al desnudo el misterio de la otra realidad que se nos oculta”.
Resumiendo: con toda la grandeza de Neruda, aquí me quedo con mi maestro.