Tenemos derecho:
A ser insoportables de vez en cuando, sin que los demás nos traten como lo que somos, es decir, insoportables…
Al disimulo sin que se note (y si por algo se nota entonces reivindicamos el derecho a disimular sin padecer consecuencias)…
A llamar desgraciado al agraciado, pero eso sí, sin que nos llamen envidiosos, porque a veces no es envidia, sino un poco de equilibrio para el mundo…
A cantar feo sin estar borracho o también a no cantar, por más que los amigos lo exijan…
A bailar sin música y por el puro gusto, diciéndolo todo con el cuerpo, un cuerpo dueño de sí o desmadejado…
A gozar dos parejas (una para el mundo, otra para el corazón) sin que a nadie le importe y sin que tales parejas lo discutan más allá de lo necesario…
A elegir lo contingente y aborrecer lo perdurable, más allá de cualquier frivolidad o ligereza…
A molestar a otros sin que los susodichos se molesten y se hagan los sentidos…
A la pasión sin que estorbe el amor (y menos el compromiso)…
A comer postre sin engordar (o a engordar sin ser señalados, mucho menos por esas erráticas campañas que hacen sentir a los gordos como el fracaso de las políticas públicas)…
A claudicar sin vergüenza y sin arrepentimiento (y sin ser excluido de las listas de cazadores de talentos)…
A deambular sin prisa, sin orientación, sin sentido y, si se puede, sin nada encima…
A la indiferencia sin complejo de culpa… después de todo al Universo no le importará mucho nuestra «actitud comprometida»…
A no preocuparse por lo que sucede o sucederá esta noche con el mundo, pues a final de cuentas seguirá rodando con nuestra aprobación o nuestra enérgica protesta…
cabiar la posibilidad detener Democracia sin Democratas es como poner otro color al arco iris.question de enfoques.no cree.
d´accord!
Cierto Sergio, muy cierto…
Gracias…