Un momento feliz mirando una película de espías…

Fecha: 9 de junio de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
En algunos felices momentos una gran obra literaria, con un excelente personaje, se traslada con buena calidad al cine y se expresa con un magnífico actor.
 
Es el caso de la novela Tinker, Tailor, Soldier, Spy (1974), de John le Carré, conocida en español como El Topo. El personaje es George Smiley, un analista y oficial del servicio de inteligencia inglés, el famoso MI6, al que aquí se llama «El Circus». Es un personaje recurrente en las obras de le Carré, un oficial discreto, eficiente, solitario y triste, cuyo único gran fracaso en su vida es su matrimonio con una mujer afectada por los deslices y la infidelidad. La pelicula es de 2011 y el actor que encarna a Smiley es Gary Oldman.
 
Pues bien, todo esto sirve para introducir el verdadero comentario de este apunte. Es una escena que ocurre, aproximadamente, entre la primera hora con once minutos de la cinta y la hora con 18 minutos. Apenas siete minutos portentosos que se desenvuelven casi en un monólogo sorprendente. Es una escena que escapa del cine y se vuelve casi un fragmento del mejor teatro de todas las épocas.
 
En la escena, Gary Oldman/George Smiley le cuenta, ebrio y cansado, a otro funcionario del servicio de espionaje, Peter Guillam (intepretado por Benedict Cumberbatch) su encuentro casual con un agente soviético que se convertiría, al paso de los años, en el líder del espionaje ruso, un misterioso personaje al que llaman «Karla».
 
Oldman/Smiley relata que entrevistó a «karla» en medio de una circunstancia atroz para el espionaje soviético: una de sus famosas «purgas». El agente viajaba de vuelta a Moscú y estaban seguros que sería ejecutado. Oldman/Smiley intentaba convencerlo, en una escala de su viaje a Moscú, de que desertara y se pasara al bando occidental. Para ello habló y habló, revelando mucho de su propia personalidad, lo cual sería un error terrible. El agente soviético miraba y escuchaba con atención. Oldman/Smiley revive paso a paso ese momento crucial, mirando al vacío, recordando cada una de sus palabras, repitiendo sus gestos y paladeando sus terribles errores en esa entrevista, que acabaría por darle al duro espía soviético demasiada información sobre sí mismo.
 
Ver esa escena es algo mágico. Oldman parece despersonalizarse totalmente y situarse como un agente avejentado recordando un momento dramático de su vida: un encuentro con el que sería el peor antagonista del espionaje inglés. El actor se vuelve su personaje, un personaje que se traslada al pasado y revive su propia historia frente a su interlocutor, pero también frente a los espectadores, en un delicioso juego de espejos.
 
El problema de estas escenas dignas de memoria es que requieren, además, de otro ingrediente: un espectador que goce de los grandes momentos del cine y la literatura.
 
En este caso yo fui el afortunado, pero estoy seguro que no seré el único, Esta es una historia, entonces, que sólo se cumple cuando alguien más la saborea.
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