Puedo entender a Doc. Un dentista de una ciudad del este. Un hombre que disimula su verdadera naturaleza… O la evita… O la contiene. Quizás un temperamento que se desahoga en los juegos de cartas, en las citas clandestinas, en los estallidos de furia, en el lento acariciar de la pistola cuando algo lo despierta entre la noche. De pronto la tragedia: la enfermedad adquirida en el trato cotidiano con otras bocas, una tos persistente que lastima los pulmones y la sentencia de lo incurable y progresivo. Y entonces la verdadera naturaleza se rebela. Emigra al oeste y se vuelve jugador sin temor a matar, porque ya perdió el interés por el lado sosegado de las cosas. Y de pronto descubre que tiene talento para la vida dura y decide vivir todo lo posible como le gusta, aceptando su propio destino.