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Fecha: 16 de junio de 2010 Categoría: Miniwebstern Comentarios: 0

La corrieron del pueblo. Subió a la diligencia altiva, sin sombra de arrepentimiento. “Prostituta”, le gritaron, como escupiendo, algunas horrorosas e influyentes damas, ofendidas porque aquella se atrevió a vivir cerca de ellas. La otra partió. Me miró antes de cerrar la cortina. Una mirada suave, indefinida, quizás indiferente. De cualquier forma quise seguirla. Montar y corretearla hasta más allá de los límites del pueblo, donde pudiera detenerla y convencerla de quedarse conmigo, en otro lugar, en donde fuera, donde estuviéramos solos, donde solo para mí fueran su delicioso placer y sus blancas piernas. Yo trabajaría y ella me amaría. Quizás hasta podría gustarle ser de un solo hombre y dejar atrás todo… Quizás.

Pero no la seguí. Esperé un momento y después entré a la cantina por el primer trago de la tarde.

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