Me retaron. Dispararon alegremente contra un blanco lejano: botellas vacías sobre unas piedras. Algunos eran buenos, otros bebían demasiado para demostrarlo. Los vaqueros me molestaron. Dijeron que yo era rápido para montar y lento para disparar. Los dejé. Quedó una botella. Me atreví a dispararle. Todos aguardaron entre risas. Saqué la pistola y jalé dos veces el gatillo. Aquella botella lejana estalló con escándalo. Todos callaron. Tuve suerte, claro. Jamás volví a disparar entre ellos por temor a fallar.