Desconfío mucho de las ideologías. Son pesadas y celosas. Exigen todo del ser y no admiten alternativa. Además, parecen estar a un paso del fanatismo y la obsesión, incluso de la ceguera.
Me gustan más las ideas: son frescas, casi siempre, pero si por algo duran mucho se matizan con la novedad, como si estuvieran abiertas al cambio. Son también sugerentes, es decir: siempre dan lugar a muchas más. Por si fuera poco suelen ser flexibles y admitir a otras, aunque parezcan contradictorias.
Las ideologías nos vuelven ortodoxos, cerrados, incluso agresivos. No es mala la pasión, pero en el caso ideológico a la misma pasión se le pasa la mano.
Las ideas, en cambio, nos vuelven interesantes, imaginativos, indagativos. Y la pasión se lleva bien con las ideas: combina sin imponerse.
Los seres ideologizados no saben siquiera escuchar, pues todo está dicho en su sistema.
Los seres de ideas necesitan escuchar: así afinan al pensamiento.