Como el florentino debo prepararme para consultar a mis clásicos. Despojarme del atuendo cotidiano, manchado de lo contigente, para envolverme un poco con lo perdurable. No es algo trivial: todo lo que merece cierta importancia indica un gesto, un preparativo para disponer la mejor condición del espíritu y el intelecto, un aviso a las fuerzas que gobiernan este mundo y, si se puede, el siguiente.