Tocando la guitarra con el mal

Fecha: 2 de febrero de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Ayer terminé de ver la segunda temporada de la serie Aquarius, en Netflix, que por cierto será la última, quedando la historia inconclusa. Es una sobria pero eficaz recreación de la época de la confusión, esos años locos de las drogas (la marihuana de siempre, pero también el LSD, los hongos y otras barbaridades), las comunas hippies y los movimientos contraculturales, las doctrinas new age, la violencia política, la primera gran etapa del terrorismo, la guerra de Vietnam, los asesinatos políticos y los magnicidios. En fin, una época tan interesante como aterradora.

Fue también la época de uno de los asesinos seriales más siniestros de la historia: Charles Manson. Este personaje en realidad es muchos en uno, todos alucinantes: delincuente juvenil en sus inicios, presidiario casi siempre, líder carismático, sacerdote de su propio culto, gurú de almas extraviadas, músico y compositor aficionado, psicópata con una aguda tendencia a la violencia y, por supuesto, un asesino. Solía reunir a jóvenes de ambos sexos a su alrededor, en comunas donde el amor libre, el delito, la depredación, el consumo de drogas y un extraño adoctrinamiento eran el modo de vida. Una de éstas camadas de adictos a su liderazgo recibió el nombre, tristemente célebre, de “La Familia Manson”. Su capacidad de influencia en los demás era notable, como resultado de su talento natural y de una demencia contagiosa. Fue el autor intelectual de una serie de crímenes bastante notables en la época, como el asesinato de la hermosa Sharon Tate, esposa del cineasta Roman Polansky, en el último mes de su embarazo.

La serie en cuestión explora la evolución de este tétrico personaje y los afanes de un policía ficticio, pero prototípico de su momento, Sam Hodiak (interpretado por David Duchovny). Los caminos de ambos personajes se encuentran durante la serie. Incluso, en uno de sus capítulos, Manson (interpretado por Gethin Anthony), inspira al policía, también aficionado a la música, a tocar juntos algunas baladas en su departamento. La escena es tan alucinante como la época. Imaginemos a un hombre normal, tocando una canción a dúo con uno de los asesinos seriales más inquietantes de la historia. Frente a frente con el mal, a solas, tocando una canción. Algo que no parece una experiencia digna de ser vivida.

Lo peor es que no todo es ficción. Hubo algunos que vivieron esa experiencia. Por ejemplo, el músico Dennis Wilson, fundador de la famosa banda The Beach Boys, fue durante algún tiempo el productor y mecenas de Charles Manson e incluso le ayudó a componer y grabar algunos temas. El impacto de esa presencia en su vida, tan surcada por los abismos, debió ser decisiva para su dramático desenlace, pues después de los crímenes de la Familia Manson (a los que fue ajeno), Dennis Wilson llevó una vida terrible, casi nómada, atrapado en la dependencia del alcohol y las drogas, hasta que murió ahogado en las playas de Marina del Rey, en Los Ángeles.

El mal lo había tocado y no logró deshacerse de la pesadilla. Debemos tener la sabiduría para evitar mirar tanto tiempo el abismo, pues (lo dijo Nietzsche), el abismo también nos mira a nosotros.

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