Lo fugitivo

Fecha: 26 de marzo de 2021 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Acaricio una flor. Lo que alcanzo con mi mano no es belleza sino tiempo. Instante vuelto color. Un gozo que se disipa.
Lo tocado se desvanece al igual que la mano que lo toca. La flor no lo sabe pero ya murió. Su matiz persiste sin esperanza.
Las flores, como nosotros, fueron arrancadas de raíz y arrojadas a un mundo efímero donde la piedad es la mirada y —si acaso— el toque suave de alguien que también está de paso.
Pero no sólo la flor. Todo lo que tocamos se vuelve nada, se va, se deshace entre los dedos: epidermis, piedra, musgo, madera, tierra, aire, agua. Todas las superficies son ensayos del tiempo, jirones de una eternidad que se desgarra.
La única duda es si durará un poco más lo tocado o lo que toca.
Por eso intento tocar todo lo que puedo y me dejo tocar si alguien quiere hacerlo.
Tocar y ser tocado son expresiones fugitivas de piedad y deleite mientras avanzamos hacia la nada.
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