El viejo discurso nos dice que la inmadurez es torpe y la madurez plena, pero madurar también es iniciar la cuenta regresiva hacia el deterioro, resignarse a transitar sin contención y caerse del árbol para comenzar a pudrirse. No sé ustedes, pero prefiero quedarme en la dichosa inmadurez. Por eso, me iré a disfrutar como chiquillo –en cuanto pueda– de “Star Wars: los últimos Jedi”. Ya quiero ver de nuevo en la pantalla grande al inmortal Mark Hamill y recordar la espada láser que me dejó el niño Dios en una navidad. Lo demás no importa.