Lo dijo Stendhal, en sus furiosos veintitantos, a punto de ver y disfrutar la bella italia: los eunucos están en cólera permanente contra los libertinos. No sólo los eunucos, también los aspirantes a libertinos que no encontraron depósitos amigables para su pasión y debieron contentarse con el riguroso pago y el onanismo.