El otro día recordé mi existencia. Vi a los demás y comprendí que viven sin percatarse de su diario vivir. Me dio miedo. Comprendí que la vida sigue sin darnos cuenta.
El otro día recordé mi existencia. Vi a los demás y comprendí que viven sin percatarse de su diario vivir. Me dio miedo. Comprendí que la vida sigue sin darnos cuenta.
Un hombre por la playa desierta. Se detiene y voltea y entonces la ve. Ella camina un tanto distraída. Quizás busca conchas. Falda, blusa y pelo se agitan con la brisa. Al intuir su fragilidad le dan ganas de abrazarla, pero ella levanta la mirada y él la reconoce. Era un recuerdo.
Cuando supe de él quise conocerlo. Estrechar la mano de alguien tan distinto a mí. Alguien que pudiera hacer hablar a los demás en lugar de hacerlos enmudecer.
Me pregunté lo qué haría si un hombre pasara volando. Lo seguiría si pudiera. Por lo menos eso pensé. Pero el otro día en verdad un hombre pasó volando. Iba muy rápido. Cerraba la boca para no tragar bichos y sus ojos se veían enrojecidos. No me dieron ganas de seguirlo.