Conchitas de mar

Fecha: 17 de junio de 2010 Categoría: El pez sin el agua Comentarios: 0

Siempre renegué de las conchitas en la playa. Me lastimaban los pies. Sentía que estaban de más. Me horrorizaba que fueran un desecho (la cubierta de un molusco). Me repugnaban. Las imaginaba como uñas que algún monstruo recortaba de sus pies. Pero a mis hijas les fascinaron cuando conocieron el mar. Quise evitarlo: las llevé a caminar, jugué con ellas a eludir las olas, grabé –siempre con ellas– recados efímeros en la arena y les enseñé a dibujar corazones. Hice todo para evitar a las conchitas… y fracasé. Las juntaron a puños. Las recogieron para jugar. Una niña eligió las rosadas. Otra niña… todas. Yo me jalé los cabellos (en ese tiempo tenía) en señal de fracaso y desesperación. Quise convencer a mis hijas. A una le dije que las conchas eran la cáscara dura de un asqueroso molusco. Quedó fascinada. Se imaginó al molusco como un príncipe armado y a la concha como su escudo. Casi lloré. A la otra le dije: “las conchas son las uñas que un monstruo marino recorta de sus pies todas las noches. Un monstruo cochino que las riega por el mar.” Para mi asombro rió con deleite, fascinada con la idea. Desde entonces se prueba las conchitas en los dedos de sus pies. (Suspiro). Ahora mi casa rebosa conchitas de todos los colores y tamaños. Entonces me rendí. Me resigné y aprendí una lección: jamás me atreveré a expresarles mi desagrado por algún tipo de muchachos. No sea que un día, más pronto que tarde, los coleccionen las niñas en mi hogar.

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